
AMBIVALENCIA
Capítulo II
En el límite
Hace un año escribí sobre la ambivalencia que sentí cuando alguien se fue en el momento en que dejé de ser útil.
Cuando el afecto se replegó al primer signo de quiebre.
Hoy, un año después, la historia se repite.
Distintos rostros, mismo guion.
Es casi absurdo cómo vuelvo a encontrarme con ese tipo de vínculo: el que parece inofensivo, amable, incluso luminoso… hasta que el dolor aparece y entonces se esfuman, como si el límite que marca la dignidad los ahuyentara.
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Modelo: María Estebaranz
Vestido: Rituales
Maquillaje y peinado: Yair Huerta
Asistente de producción: Alondra Mercado
Enojo + Confusión
Hoy estoy aquí.
Con rabia, sí.
Con sorpresa, también.
Pero más que nada con una claridad que antes no tenía.
Esta vez no haré poesía del abandono,
ni buscaré razones ajenas para justificar el daño.
Esta vez me reconozco en la escena, y no me culpo por sentir.
El dolor no es debilidad.
Y el límite que marco no es castigo, es memoria aprendida.
La ambivalencia de la traición
La traición no llega sola.
Trae consigo una procesión de contradicciones.
Quisiera odiarte —de forma simple, rotunda—
pero me duele que no seas quien pensé.
Te recuerdo y me arde. Te recuerdo y me enternezco.
¿Cómo se puede habitar dos orillas al mismo tiempo?
Eso es la ambivalencia:
querer borrar todo y al mismo tiempo rescatar algo,
aunque sea una escena mínima,
aunque sea una mentira hermosa.
Algo que no duela tanto.
Pero ya no me quedo en el enredo.
Nombrarlo me salva.
Reconocer el nudo es el primer gesto de soltura.
El mismo mar, distinta orilla
Ahora camino con más memoria que nostalgia.
Ya no tengo fe en quienes solo saben quedarse cuando todo está en calma.
No me interesa el amor que teme al quiebre.
Ni la presencia que huye cuando aparece la herida.