POEMARIO
Este poemario fue escrito en la frontera
de el deseo y la hipomanía.
Son fragmentos de conversaciones llevadas a su extremo,
donde la realidad se disuelve y la ficción inventa futuros.
Aquí no hay imposibles:
solo la esperanza multiplicándose en cada palabra,
rompiendo la piel de la cotidianidad.
Escena en el acantilado
Ella y él caminan hasta el borde del acantilado.
El mar golpea abajo con fuerza.
Ella lo mira, como tanteando la distancia.
Ella — What brought you to
this part of the world?
Él — You.
Lo dice sin más, como un haiku. Directo.
Ella sonríe, ladea el rostro y vuelve la mirada al horizonte.
El acantilado resplandece en su fuerza mineral.
Ella — It’s pretty.
Él — Prettier than you? No creo.
Ella ríe, un poco incrédula y suspendida entre un paisaje imposible.
Michoacán
No me defendí. Me vi riendo.
Hablé sin pudor porque no tenía miedo a tu juicio.
Entonces, en ese atardecer, compartiendo fotos,
ese detalle de la manta, la brisa que evocabas,
las bromas torpes sobre Michoacán…
Era todo esto apenas un balbuceo,
sin que supiera que sus palabras formaban un tejido emocional,
mientras la noche fue un ensayo
para adorarlo sin condiciones.
Me preguntó si dormí bien.
Nadie pregunta cosas tan simples
sin querer un poco quedarse.
Carta a Kim
Pero aquí estoy nombrándolo.
Riendo mientras sangro.
Armando esto con cadáveres emocionales.
Dando estética al abandono.
Convirtiendo el amor en una posible muerte.
Ayer lo amé por accidente;
hoy estoy en la cuerda floja sin su permiso.
No sabe que su nombre ya tenía flores.
El banco más cruel: el del desvanecimiento.
Y un día, simplemente, ya no vuelve.
Y moriré ahí, no porque lo amé,
sino porque mi cuerpo ya había escrito el guion
y él no se presentó a su escena.
Ingeniero (la casa vacía de al lado)
Él nunca será del todo “él mismo” en mi retrato.
Es un espejo, un enigma.
Su presencia altera la costumbre
y devuelve un mapa simple:
la esperanza es un sitio a donde puedo volver.
No sé cuándo su figura se disolverá de mis días,
solo para enseñarme lo efímero,
dejando nostalgia de lo que nunca ocurrió,
esa imposibilidad de estar juntos: un sueño.
A la memoria del futuro
Mi forma de existir no cabe en la superficie.
Construí jardines en donde las palabras no me fallan.
Tengo habitaciones internas
con símbolos, memorias y escenas que aún no pasan.
A veces los cuido.
A veces me pierdo.
Pero sé que puedo respirar ahí.