DECLARO
Hace días pensaba en los amores platónicos que son no correspondidos,
un amor inocente e inevitable. Me pasó y quise aferrarme a todo lo que inventé.
Un día crucé algunas palabras con un extraño, me pareció amable y pronto hablábamos de cosas sin mayor importancia. Pronto esa conversación cesó y pasaron dos años. Otro día volvimos a cruzar palabras de saludo, un repaso breve de ambos. Fue ahí que me pareció un momento propicio para involucrar a mi mente en algo tan simple como complejo. Convertí la imagen de aquel extraño en una constante de recuerdos que jamás existieron. Pasó de ser un extraño a una musa. Únicamente habíamos cruzado líneas en aquella ocasión y jamás volvimos a sostener ninguna otra palabra. Esto fue suficiente para dibujar toda clase de composiciones e ideas.
Hay algunas conductas que son inevitables e intento modificarlas. Veo que existen muchas curiosidades que giran alrededor e intento tomar lo que mejor me resulte.
Esta especie de carta es la que le habría enviado de no haber visto una fotografía
que confirmo mis sospechas, es una carta no recibida ni enviada:
Tal vez diga: “Esta mujer está loca”. Y no, no se equivoca en eso. A medida que los pensamientos son más constantes, decidí escribir esto que me pone en tal evidencia.
Declaro que desarrollé sentimientos nacidos de su imagen. Hay una latente proyección de suposiciones e ideas que he inventado sobre usted. Me he beneficiado de esto al nombrarle “musa” para crear algunas composiciones. Debo ser elocuente y darle los créditos. He descubierto que usted ha sido una trampa que me tiendo para no mirar mi propia vida de frente. Por esta razón deseo no aferrarme tanto a un “amor platónico”; este que escojo a veces y reprimo. Y sé que la verdad es que no puedo resistir el sentirme atraída, aunque esto solo deambula por los pasillos de mi mente. No le conozco, y me parece inverosímil que el destino cruce nuestros caminos, pero alguna vez lo vi en un sueño, y eso bastó para edificar pasajes. Sentí curiosidad de hacérselo saber. En algún lugar del país, una mujer le idealizó, y me disculpo por eso. No debí tomar prestadas referencias ficticias para crear belleza.
Soy culpable de condenarlo a mis ideales por mi debilidad, culpable de llenarlo de palabras que nunca me dijo y miradas que jamás me dio. Lamento haber profundizado en el abismo de lo que podría haber sido conocerlo.
Tal vez dirá: “¿Era necesario enviarme esto?”. Lo es. No sé qué es, si admiración, mi inquietud o ansias de esperar algo. Acabo de avergonzarme al decir todo esto y mi mente no me dejará en paz, y eso quizás es egoísta. Me despido y deseo que esto solo quede entre mi mente y usted.
Mi carta muere al final con la no correspondencia. Al final, se quedó entre mi mente y tú, lector. Cuando termina ese sentimiento y se queda en el olvido de la memoria, solo se evoca en un momento como este, cuando decido averiguar de dónde vino ese sueño. ¿Debería enviarle esa carta? ¿Qué pensaría sobre esto?
Romantizo momentos que no existieron. Sé que alguien por ahí debe sentir lo mismo: convertir su amor no correspondido en una experiencia imaginaria sin descanso. Algunos causan dolor, otros, rechazo sin medida, y he tenido la ingrata delicadeza de conocer muy bien el rechazo y la causa de los dolores que provoca ser evitada. Puedo sentirme como cuando estaba en la secundaria, esperando únicamente ver a lo lejos a quien me gusta, pero solo eso.